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TRANSFIGURACIONES EN MANHATTAN: DE NUEVA AMSTERDAM AL RASCACIELOS. DOSIS 5

Abril 15, 2015

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EL NACIMIENTO DEL TERRITORIO URBANO VERTICAL: EL RASCACIELOS

La aparición en 1870 del transporte vertical (invento del ascensor de Elisha Otis), unido al avance de las estructuras de acero, el vidrio, el aire acondicionado y la bomba hidráulica, permite multiplicar nuevas posibilidades en la tercera dimensión de la ciudad, que transformarán de una forma singular el espacio colectivo de ésta.

Las dos tipologías-incubadora que emergen tras la colmatación de la manzana y la masificación de la calle, ya habían dado como resultado una serie de experiencias novedosas e inesperadas, que unido al gran avance de la técnica que pretendía cada vez más imponer su dominio sobre la naturaleza, se convertirían en las bases del nacimiento de la nueva tipología vertical. La revista Life en 1909 publica una historieta que escenifica sus características principales: una infraestructura gigante de acero acoge 84 niveles, unidos por un ascensor [36]

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66 “Teorema del rascacielos”. Historieta de AB Walker en LIFE Magazine, 1909.

Cada nivel acoge una escena de vida diferente en relación íntima con la naturaleza, con una desarticulación radical entre niveles, que de ninguna manera podrían formar parte de un mismo escenario. La desconexión de los lotes aéreos aparentemente contradice el hecho de que, en conjunto, suman un único edificio. El diagrama sugiere fuertemente que la estructura es un conjunto exactamente en la medida en que la individualidad de las plataformas se conserva y es explotada, y que su éxito debe medirse por el grado en que la estructura de lotes coexiste sin interferir con sus destinos finales.

El hecho de que el “teorema del rascacielos de 1909” se publicara en una revista popular como Life, dibujado por un pintor, mientras que las revistas de arquitectura de la época todavía se dedicaban al Beaux-Arts, sugería a Koolhaas [11c] que a principios del siglo, la gente ya intuía la promesa del rascacielos como forma colectiva de una manera más profunda que los propios arquitectos de Manhattan.

El híper-edificio reclama la añoranza romántica de la sociedad a un modelo urbano extinguido de los primeros colonizadores, despertando en las conciencias metropolitanas una forma artificiosa de devolver los verdaderos valores perdidos del hábitat en la ciudad a través del verticalismo artificial de lotes individualizados. Este diagrama quizá representaba una modernización de los valores holandeses, y que han tomado una base influyente en proyectos más actuales a la hora de representar la “Nueva Holanda” europea como es el caso del pabellón holandés diseñado por MVRDV para la Expo 2000 en Hannover, Alemania.

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67 Boceto del Pabellón de Holanda, MVRDV. Expo 2000 en Hannover, Alemania.ç

Juan Moya Romero

En los procesos antecesores de evolución de la ciudad, siempre ocupa un lugar de primer orden el estrecho diálogo con la naturaleza (dominación, extinción, racionalización, tecnificación), que ahora vuelve a resurgir nuevamente como búsqueda de un territorio abatido por la balanza de los mercados. La búsqueda de lo etéreo, que aparece como experiencia urbana en las cubiertas de los tenements, queda patentada y definida mediante un proceso de construcción vertical de gran escala donde la centralidad urbana de la cota base comienza a desplazarse hacia los planos más elevados, que aspiran a un conjunto de individualidades soñadas. La calle como realidad colapsada y dominada por la máquina, es complementada por un artificio que garantiza el deseo humano a través de la ficción, y que abre la puerta a una nueva realidad en conexión con la naturaleza ilimitada.

Las características del Store se ven reconocidas mediante un sistema que absorbe el beneficio de lo público hacia el interior del rascacielos elevándolo a las cotas superiores. Nace un suburbanismo vertical de fragmentos individualizados y desarticulados hasta el límite que ningún nivel altera el equilibrio del otro. La sección multicapa de Central Park que logró aislar y acotar dificultades, se traslada a la dimensión vertical, construyendo una naturaleza artificial estratificada mediante la técnica. Al igual que ocurre en el Store, la piel exterior enmascara la inestabilidad de un contenido interior para ser reinventado constantemente en cada bandeja-lote. Es la amalgama de fragmentos de un Central Park en potencia.

El tránsito desde la realidad maquinista de la calle, a la realidad deseada del observatorio que domina las alturas y conecta con la naturaleza, pasa por un serial de episodios optativos de ciencia ficción (lotes verticalizados), aislados de las inclemencias de la ciudad externa, construyendo el mástil para alcanzar su máxime en la coronación.

Pero quizá el espacio de mayor complejidad y de interés colectivo en el rascacielos se encuentre en su base. El looby-plaza es en su origen el espacio intermediador entre artificialidad y naturaleza, y entre realidad maquinista (calle) y realidad naturalizada (coronación). Constituye la sala de espera colectiva, un filtro previo de valores sociales de preparación para acceder de una puerta a otra en cada lote verticalizado, sin gradación ni acercamiento previo a cada experiencia urbana. Es la caja de un mago que te hace aparecer o desaparecer en episodios urbanos diversos. La calle como espacio colectivo por excelencia ha sido masificada y desequipada de los verdaderos valores de espacio público, tratando al hombre como un engranaje maquinista, lo que obliga a inventar un contexto soñado en el interior del rascacielos para unos cánones de socialización ideal que sustituya al mundo real. El looby-plaza es el invento para humanizar bajo nuevas reglas el paisaje colectivo de una forma artificial. No opera como fragmento aislado, sino como filtro conector de dos porciones de ciudad, la gran ciudad productora y socialmente conflictiva, y una nueva capa de ciudad vertical idealizada a través de la técnica, y dividida en fragmentos producto de una nueva acumulación de capital.

Regulaciones posteriores, como el Zoning Resolutions de 1961, permitirá ofrecer concesiones de zonificación (Bonus) para los desarrolladores urbanos, a cambio de dotar a ciertos espacios como el lobby de accesibilidad y uso para el público. Estos se transformarán en POPS [37] (Private Owners of Public Spaces), creando una verdadera trama de espacios, interiores de manzana y apilamientos verticales de lotes, todos ellos interconectados a través de los POPS [38] Esta capa de espacios tangentes a la trama de la gran ciudad diluye el marco físico convencional del espacio público, y es reveladora en la actualidad de un área potencial para la acción debido a su alto potencial de absorción y de interferencia colectiva. Su identidad ambigua y su estado latente preparado para cualquier oportunidad, transforma las cualidades y la dimensión del lugar colectivo, posibilitando reequilibrios del espacio urbano en áreas deficientes.

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68 Concepto origen del rascacielos. Juan Moya Romero

 

La mejor manera de entender esta transformación de las cualidades de la calle, subyace en los primeros orígenes culturales y urbanos de la ciudad. El concepto de manzana-isla que proponía el Plan para el Duque de York, que adelantaba la visión idealizada del futuro de New Ámsterdam por los colonos holandeses, se ve aquí representada como modelo urbano de manzanas verticalizadas. La manzana y el rascacielos-ínsula asumen su propio orden interno convirtiéndose en fragmentos de micro-ciudad dentro de una ciudad de un orden superior. El rascacielos opera como centro en una hiper-ciudad multicéntrica, que construye una nueva capa de urbanidad distinguida respecto al resto de ciudad caótica y engullida por la máquina, y sufragada por el avance de la técnica y la clase hegemónica.

En ambos modelos, los lotes parcelarios apilados tanto horizontal como verticalmente representan la individualidad y el vacío en potencia para la ocasión. El espacio colectivo arraigado a la naturaleza asume el valor de exclusividad de acceso para los lotes y el de dominio por el hombre. El observatorio del rascacielos domina la maquina urbana desde la distancia en las cotas más altas, y el jardín geométrico de manzana representa la ciencia, la precisión y la razón como valores ilustrados que dominan la naturaleza. El corredor se convierte en el medio que interconecta la experiencia individual con la colectiva, siendo en el rascacielos un artificio (ascensor) conector de experiencias bajo un proceso de “zapping” de ficciones urbanas, más que un espacio colector intermedio de los mismos.

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69 Verticalización de la manzana-isla del “Plan” del Duque de York.

Juan Moya Romero

Más allá del valor de profecía que la imagen del teorema del rascacielos de 1909 podía aportar, había una contribución nueva de carácter arquitectónico. El espacio exterior se ordena según un modelo de naturaleza convencional, representada en amables jardines o pequeñas huertas que rodean a las casas y que permiten a los usuarios no sólo disfrutar del estatus primigenio de villa aislada con jardín, sino de la posibilidad de entrar a formar parte de un mundo más denso, más civilizado, más próximo al concepto de ciudad intensiva y por tanto más rentable: una modernización sustentable del modelo de colonia holandesa.

Por otra parte, sin quererlo, se adelanta una idea de ciudad de extraordinaria complejidad no experimentada hasta el momento, donde un sistema estructural neutro, coincidente con la parcelación catastral de la ciudad, albergaría a una segunda ciudad modulada por la primera. Surge una matriz tridimensional de aparente arbitrariedad y anarquía edilicia y paisajística, con diferenciales de realidad-ficción, enmarcados bajo el gran hallazgo de la razón, de la técnica y del loteo catastral de la ciudad.

Autores como Elizabeth Blackmar afirman que “la geometría de la red sugiere una reactivación del gusto clásico, que encontró la belleza de la simetría y el equilibrio” [39] o como el propio Le Corbusier, que supo discriminar la belleza del orden bidimensional que el Plan de los Comisionados imponía sobre el territorio, respecto al caos que conllevó su materialización incierta en su dimensión vertical [40]. Pero no debemos obviar que la ciudad vertical de Manhattan no es más que una repetición del orden establecido en su base, una reproducción de variantes de la grilla en diferentes estratos, y por tanto, con un orden intrínseco en cada nivel con capacidad para operar de la misma forma y orden en que lo hace en su base. Por tanto el campo de posibilidades se amplía en la medida en que la grilla al igual que el lote en el rascacielos se multiplica, y nos permite explorar un paisaje colectivo desconocido y modulado en otras alturas.

Interesa resaltar el valor propositivo de estos espacios, variables en altura y que, posteriormente, han sido rescatados como leitmotiv de propuestas arquitectónicas de gran valor. Se podría decir que, tras la imagen de densidad que se percibe en el rascacielos, no se esconde más que un conjunto de lotes vacíos en la medida en que son espacios preparados para ser reinventados constantemente, potencialmente aptos para ser usados de mil modos distintos y siempre dispuestos para acoger acontecimientos en la construcción de una ciudad interior fragmentada. Su escala y la amplitud de aprovechamiento que ofrece su tamaño permiten entenderlo así. Frente al lleno, que posee el valor de lo definido y lo concluso, el vacío, lugar con expectativas de ser ocupado, adquiere el sentido de lo potencial, del territorio que se llena de significados como la propia Red. La atención a lo no edificado, la mirada más allá del objeto, nos plantea la importancia del tapiz-bandeja donde los contenidos y los objetos existen y el medio adquiere la misma importancia que ellos. Si el objeto es concreción, el medio de relación es aptitud y variabilidad, de ahí el provecho del vacío en su disposición de llegar a ser lo que queramos de una manera inagotable. Cada bandeja indefinida del rascacielos concentra un estado en potencia que nos permite hablar de un territorio urbano tridimensional fragmentado, complejo y variable.

El rascacielos por tanto constituye el prototipo arquitectónico de un nuevo urbanismo de control, capaz de hacer posible la convivencia de la identidad mediante el deseo y la fantasía, el cambio, la exuberancia, el dominio sobre la naturaleza, y el beneficio público del laissez faire de los mercados.

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